jueves, 10 de enero de 2008

reunion con K.

K. debe de llevar ya casi dos horas haciendo yoga mientras yo sigo durmiendo en el futon, hasta que se cansa y se me echa encima. Abro el ojo derecho y veo su cara pegada a la mia, sonriente. Esos ojos de niña traviesa. "Me siento tan bien despues de hacer yoga!". Nos besamos. A mi tambien me sienta bien que ella haga yoga por las mañanas. Me gusta seguir durmiendo y sentir su presencia en la misma habitacion, y me gusta el buen humor que le da, lo que coincide con mi hora de despertarme. Tengo que agradecer al yoga que que nos proporcione mas y mejor sexo matutino.

Me encanta acariciar todo su cuerpo, sentir su piel de seda en mis manos. Ella se deja hacer, disfruta mientras lo hago. Hacemos el amor con delicadeza, como corresponde a la mañana. K. apenas se mueve y se deja hacer.

Pasamos la mañana en casa. El padre de K. ya se ha ido cuando nos levantamos, y no suele volver hasta muy tarde por la noche. Me pregunto si lo hace para evitar estar en casa con nosotros. Pero K. me asegura que es lo habitual en el. Trabajar largas horas e ir despues al bar a emborracharse con el jefe y los compañeros de trabajo. El ritmo de vida de un salaryman japones. K. prepara el desayuno: sopa miso, salmon al gril, con arroz por supuesto. Comemos despacio, desperezandonos poco a poco. En la television hay un programa que mezcla noticias con reportajes educativos. Una de las noticias recurrentes estos dias es el destino de unas decenas de ciudadanos japoneses secuestrado hace años por agentes del estado norcoreano con la intencion de convertirlos en espias. Es un asunto surreal.

Acompa
ño a K. al banco. Tiene que obtener un certificado del saldo en su cuenta para poder solicitar la admision en el community college en California. Llevo ya casi dos semanas en japon y varios dias en tokyo pero hasta el mas minimo detalle me sigue ensimismando. El recorrido desde el apartamento al banco, por las semidesiertas calles de un suburbio de Tokyo, de da la misma sensacion que me daria estar caminando por la superficie de la luna: todo es nuevo, me siento como un alien en un mundo lejano. Tenemos que esperar en al banco a que le toque el turno a K. Japon es desde luego un pais de contrastes. Los ascensores te saludan, puedes programar a que temperatura quieres tener el agua de la bañera a la hora que te levantas, las tiendas de productos electronicos parecen exhibiciones sacadas de alguna decada futura. Sin embargo en la oficina del banco hay quizas 20 empleados sentados en mesas colocadas detras de los mostradores. Todos aquellos que no estan atendiendo directamente al publico no tienen ni siquiera ordenador, estan trabajando con papeles. Parece una sucursal sacada de la decada de los ochenta.

Pasamos por el supermercado antes de volver a casa. A la salida vemos dos chicas muy jovenes sentadas en la calle que parecen vender unos dibujos. K. se agacha y habla un rato con ellas. "Son dibujos que han hecho ellas" me dice, mientras elige dos de ellos y le da dos monedas de 100 yen a la chica. Son dibujos de personajes manga femeninos, un estilo de niña pre-adolescente. La chica que parece que lleva la voz cantante lleva un sombrero de cowboy puesto. Tiene una cara bonita, de expresion dulce y tranquila, y explica sus dibujos a K. calmadamente, pero con un aire dignidad que contrasta con la situacion, alli sentada en la calle. Me fascina la actitud de esa chica. No consigo imaginarme la misma situacion de vuelta en españa.






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